martes, 8 de marzo de 2011

Concierto Político

08 de Marzo 2011
fuente: Quadratin
  


 GILBERTO, EL VALIENTE. No cabe duda que no hay nada más peligroso que un expriísta resentido, que es como un chivo en cristalería. Los ejemplos sobre el particular abundan, pero basta uno de actualidad para comprobar la teoría: Gilberto García Nava, que casi lo ha sido todo en la vida (con cargo al erario público de administraciones tricolores), pero que en estos momentos se encuentra en la banca rumiando amargura.

El último cargo que ostentó García Nava fue el de procurador general de justicia del estado, precisamente en el poco más de un año que le tocó estar al frente del Poder Ejecutivo al malogrado Gustavo Vázquez Montes. ¿Por qué fue nombrado procurador el “teórico” García Nava y no Arturo Díaz Rivera, que era el aspirante natural al cargo? Ante todo, por ser gente del “porro” Fernando Moreno Peña, exgobernador con mucho poder en ese momento.

Echado a patadas en cuanto llegó al gobierno estatal el bucólico Silverio Cavazos Ceballos, el profesionista sumó ya un sexenio completo fuera de la ubre presupuestal a la que le tomó demasiado cariño; por tanto, García Nava se ha unido al coro de aquellos que se desgañitan para que se les tome en cuenta en alguna “comisión” o chambita en la cual entretenerse sabrosamente, obviamente con cargo a nuestros sagrados impuestos.

Durante el poco más de año que se desempeñó como procurador, García Nava aparecía frecuentemente con Díaz Rivera por un lado. ¿Por qué razón? Porque el tío podría ser muy ducho en la teoría, pero en la práctica resultaba ser un soberano inútil. En otras circunstancias, alguien con un poco más de dignidad ni siquiera se hubiera atrevido a aceptar un cargo en el que se sabría incompetente; sin embargo, cuando de lo único de lo que se trataba era de añadir una muesca más en el currículo, así fuera de manera simbólica, el profesionista de marras no puso objeciones.

Al final de cuentas, García Nava era un peón de su patrón, que no era precisamente Gustavo Vázquez, sino el “capo de tutti capi” Moreno Peña. El sub que hacía las veces de procurador era Díaz Rivera. Eso a todo mundo le quedó bien claro; en especial, al propio profesionista, que aceptó ser un pelele por partida doble, donde hacía lo que le decían tanto el exgobernador del estado como el procurador de facto que tenía funciones de sub.

De que se le hizo justicia a Díaz Rivera cuando se le ascendió en el puesto, en tanto que a García Nava lo echaban a varillazos en las costillas, no había ninguna duda: el cargo se lo había ganado desde el sexenio anterior, trabajando al lado de Jesús Antonio Sam López. La llegada de García Nava sólo fue un tropiezo sin mayores repercusiones. Que haya desvirtuado su actuación durante el silverato, ese ya es otro boleto. El gobierno de Mario Anguiano Moreno hizo muy bien en quitarlo de un cargo en el que ya sólo representaba un lastre.

Volviendo a nuestro héroe del día, cabe señalar que desde mucho antes de la llegada del “porro” Moreno Peña al gobierno estatal (con Carlos de la Madrid), García Nava ya era un rendido admirador de aquél. El escándalo en el que se vio envuelto el profesionista y que tiene reminiscencias del maestrazo Edgar Allan Poe, por aquello de la carta robada (se atribuye a un periodista ser el autor de la sustracción de la misiva, justamente uno que ahora ¡cobra en el IEE!), es argumento inmejorable para corroborar su abyección hacia FMP.

Como se recuerda, la carta enviada por García Nava al chaparro infernal Moreno Peña destilaba miel. No tendría nada de raro que un fanático le enviara a su ídolo una carta llena de melcocha, de no ser porque el remitente estaba a punto de ser nombrado presidente del Instituto Electoral del Estado (IEE) y el destinatario era nada menos que gobernador electo de Colima y, para colmo de males, impugnado por el PAN.

El curso de los acontecimientos cambió en esa ocasión: el presidente del IEE fue el contador José Luis Gaitán, en tanto que García Nava continuó en la Secretaría General de Gobierno, desde donde se fraguaron varias maniobras que, a la postre, a las finanzas públicas le salieron muy costosas, pero no así a los bolsillos de los culpables que no sufrieron merma alguna, sino todo lo contrario. Bueno, como diría la nana de los Salinas de Gortari, esa es otra historia.

En fin, García Nava fue casi todo en la vida: secretario del ayuntamiento de Colima, diputado local, funcionario de la Secretaría General de Gobierno, procurador, catedrático de la Universidad de Colima y maestro de tiempo completo del Instituto Tecnológico de Colima. No obstante, un dato me llamó la atención: por lo menos durante quince años fungió --¿o fingió?— como funcionario estatal; sin embargo, en ningún momento dejó de cobrar religiosamente su abultado salario en el ITC.

Por las mismas fechas en las que García Nava regresó a las aulas del ITC, a mí me invitó una catedrática a dialogar con sus alumnos. En los patios del campus tecnológico me tocó verlo totalmente fuera de forma. No era para menos: llevaba ya más de tres lustros de no verse las caras con los estudiantes, y le costaba mucho trabajo adaptarse de nuevo. La misma amiga me confió: García Nava nunca dejó de cobrar una sola quincena, aun cuando era evidente que no podía cumplir el tiempo completo por estar ocupado como funcionario.

¿Cómo fue posible que ocurriera eso? Casi nada: gracias a la magia de haber sido un leal e institucional miembro del sistema. Bueno, al menos hasta poco después de haber sido echado a cubetazos con agua fría de la nómina estatal, pues su actual actitud, de crítico feroz e implacable contra los priístas, revela que quedó fuera de la jugosa ubre de la que por tanto tiempo succionó.

Aclaro que todo lo anterior viene a cuento no como una defensa de la inepta e insensible fracción del PRI en la 56 Legislatura del Estado, sino como una llamada de atención hacia un fenómeno que cada vez es más frecuente entre nuestra sociedad: los pataleos de los que tuvieron grandes canonjías durante mucho tiempo y que, de pronto, resultan los críticos más puntuales de lo mismo que defendieron el largo periodo en el que se codearon con los dioses del Olimpo político local.

En resumidas cuentas: García Nava es un farsante que no tiene cara para pontificar sobre temas en los que, como los que se refieren a asuntos legislativos, él tuvo mucho que ver en el pasado, pues también fue “asesor” de fracciones priístas en el Congreso del Estado, y no creo que lo haya hecho gratuitamente, pues el tipo es de los que no da paso sin huarache.

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